!Oh Esposa del Cordero Inmaculado, Sor María de Jesús! Alcanza del Señor con tus ruegos las gracias especiales... nómbrense... que confiadamente te piden tus devotos, juntamente con el triunfo de la Iglesia, y regeneración de tu querida España, para que cediendo estos favores, conseguidos por tu intercesión, en mayor honra y gloria de Dios y provecho de las almas, se acelere por ellos tu beatificación. Amén.
Venerable Agredana, intercede por la Iglesia Católica y por tu amada Patria, a fin de que ninguno de los males, que tú conociste, tengan jamás lugar alguno entre ellas.
Nació esta Venerable en Agreda, antigua y noble Villa de Castilla la Vieja, el 2 de abril de 1602. Fueron sus piadosos y nobles padres don Francisco Coronel y doña Catalina de Arana, unidos en matrimonio por especial intervención de la Santísima Virgen, a quien separadamente pedían, les guiase en la elección de estado, visitando al efecto muy a menudo su Imagen, Nuestra Señora de los Milagros, tiernamente venerada en dicha Villa. Fue bautizada en la Iglesia de Santa María de Magaña, una de las seis parroquias de Agreda en aquel tiempo, el 11 del mismo mes, cuando su madre la presentó a Dios ofreciéndosela en el templo, según la costumbre piadosa de dicha comarca, sintió tan extraordinario júbilo espiritual, que en su última edad solía decir: "que no había sentido cosa igual en su vida". Antes de llegar a la edad de la razón, halló María su alma bañada de luces celestiales por medio de una altísima visión, en la que, dándosele capacidad a su entendimiento, fuerzas a su voluntad y retentiva a su memoria, conoció a Dios, la naturaleza en su primer estado de gracia, el pecado y sus efectos en el hombre; y embebida en este conocimiento, aborreció las conversaciones, tratos, diversiones y pompas vanas del mundo: por esto y porque su salud corporal prometía poco, la tenían hasta sus mismos padres por inútil oyéndoseles decir: ?Qué hemos de hacer de esta criatura, que no ha de servir, ni para el mundo, ni para la Religión? Sin embargo, su piadosa madre puso el mayor cuidado en la educación de su hija, instruyéndola en la ley de Dios y doctrina cristiana, cuyo compendio dejó consignado después la misma Venerable en su Ejercicio Cuotidiano; enseñóla a leer y le inspiró con eficacia los sentimientos de piedad, la frecuencia de Sacramentos, y la prática de la Oración notando algo de extraordinario en ella para todo lo bueno y espiritual.
Sería como de ocho años, cuando en la noche de la Natividad del Señor, buscando con encendido afecto qué ofrecer al niño Dios, digno de su agrado y del de su Santísima Madre, creyó lo mejor ofrecerle su virginidad, haciendo, como lo hizo, voto de perpetua castidad, poniendo por testigos a la Purísima Virgen, al Patriarca San José y a otros Santos, causándole un particular gozo en su espíritu. Niña aún, hízose famosa en la Villa por su virtud, sobre todo por su caridad para con los pobres y enfermos; pues sólo el deseo de socorrer las miserias ajenas la hacía manifestar su habilidad. Sucedió una vez, que no hallando su padre la llave del arca para dar limosna a unos pobres le dijo: ?Qué haremos, María, que no aparece la llave, para socorrer a estos pobres? Abrela tú si puedes. Tomó luego, la misma un alfiler y la abrió con tanta facilidad, como si la hubiera abierto con la llave.
Cumplidos los 12 años, se decidió por abrazar el estado religioso: hízolo saber a su debido tiempo a sus padres, instándoles humildemente por su cumplimiento y convinieron en satisfacer sus santos deseos; y al preparar lo necesario para que tomase el hábito en el Convento de Carmelitas descalzas de Santa Ana de Tarazona, dispuso el Señor las cosas de muy distinta manera. De los diez hermanos de la Venerable, solamente tres vivían en este tiempo, dos varones llamados Francisco y José, y otra hermana menor llamada Jerónima. Los hermanos ya habían profesado en la orden Seráfica; su padre, pasando ya de los 60 años, siguió sus huellas, haciendo en estado de humilde lego su profesión religiosa en el Convento de San Antonio de Nalda (Rioja) de la provincia de Burgos, en enero de 1620; y su madre, después de convertir su propia casa en Convento de la Purísima Concepción de la observancia de San Francisco, comenzó su vida monacal juntamente con sus hijas y con algunas, que se le agregaron, el 13 de enero de 1619. Aqui emprendió alegre María de Jesús el camino de la perfección bajo el yugo de la obediencia, y transcurrido el noviciado, profesó con su madre (no pudiendo hacerlo entonces su hermana por no tener la edad competente), el día 2 de febrero de 1620, a cuyo acto tuvo la inefable dicha de asistir su padre ya profeso. Desde entonces, alentada con la presencia de su Crucificado Esposo, se entregó más de lleno a su servicio; y el Señor continuó favoreciéndola con extraordinarios dones, atrayéndola toda a si con dulzuras, deliquios, éxtasis y arrobamientos.
Solícita y ardiendo en deseos de la salvación de las almas, concedióla el Señor por este tiempo, o sea, desde 1620 hasta 1631, que a la vez que se hallaba en su Convento, catequizase, como lo hizo, las provincias de Nuevo Méjico, Quivira, Jumanas y otras naciones; ocultando de tal manera estos sucesos, que ni España, ni menos en Agreda se supieron, hasta que llegó a estos reinos en 1.° de Agosto de 1630, el Rvdo. P. Fray Alonso de Benavides, Custodio entonces de Nuevo Méjico, quien los publicó y comprobó plenamente.
Los superiores, teniendo en cuenta las admirables prendas de esta Religiosa, acudieron a Roma, suplicando a Su Santidad la dispensa de edad, a fin de que pudiera ser elegida Abadesa, y obtenida fue nombrada el año 1627 con gran alegría de sus monjas. El primer acto de su prelacía fue declarar pública y solemnemente Prelada a la Santísima Virgen, y considerarse en el gobierno de su Convento como agente de esta Señora; al efecto colocó su imagen el el lugar, designado a la Abadesa en el Coro, y exhortó a sus Religiosas, a que mirasen a la Reína de los Cielos como a su verdadera y perpetua Prelada.
Entre las fundaciones que hizo, fue la primera y principal la del Convento existente hoy en Agreda, fuera de los muros de dicha villa; púsose la primera piedra el 8 de Septiembre de 1627, y la traslación se hizo el 10 de Julio de 1633. A esta fundación se siguieron las de Boria, Estella y Tafalla; para las que salieron religiosas de este Convento.
La distribución del tiempo, que tenía esta Sierva de Dios, era: a las 12 de la noche rezaba Maitines con la comunidad, que terminaban sobre las dos; desde esta hora hasta las 5 hacía sola el ejercicio de la Cruz en una espaciosa tribuna (que para sus devociones tenía concedida) cargada con una enorme cruz de hierro, que aún se conserva, dando quince vueltas arrodillada, contemplando los pasos de la Pasión del Señor. A las 5, comenzaba el de la muerte, iba después a Prima y hora de Oración, luego se confesaba, comulgaba y se recogía en la tribuna; y en la acción de gracias y terminación del mencionado ejercicio de la muerte, se ocupaba hasta la hora de Tercia; y en ésta y en la Misa Conventual y Sexta y Nona estaba hasta la hora del Refectorio. Después, o sea, sobre las 11, se recogía en la celda, hacía riguroso examen de conciencia y una larga oración vocal para pedir perdón de sus faltas. Salía a las ocupaciones de su oficio hasta la hora de Vísperas; terminadas se empleaba en obras de caridad hasta la hora de Completas y actos siguientes, luego se retiraba a la celda; decía sus culpas ante una Imagen de la Santísima Virgen y dormía hasta la hora de Maitines. Entre esta distribución, repartía las cinco disciplinas; y este método observó rigurosamente hasta el año 1644. Desde este tiempo, la correspondencia con el Rey Felipe IV, y el proporcionar consuelo y dar consejo a muchas almas que la buscaban, hizo variar la anterior distribución. Comenzaba por el ejercicio de la Cruz, de las 10 a las 12, en que siempre iba a tocar a Maitines,hasta que se lo impidió una perlesía. Después de Maitines daba principio al ejercicio de la muerte, y terminado, dormía hasta la hora de Prima. Asistía a esta hora y hasta la de Tercia se ocupaba en confesarse, comulgar, y en otras obras piadosas; y lo restante del tiempo lo empleaba en la forma arriba dicha. Este orden guardó todo el resto de su vida, causando admiración, cómo en tan corto tiempo, cabían tantas ocupaciones y de tanto peso, pero mucho más es de admirar la elevación de espíritu, con que obraba todo esto, según se colige de los 33 avisos siguientes, que traía consigo, y observaba diariamente.
1. Leer cada día estos avisos. - 2. Considerar la grandeza y la bondad e la Mejestad de Dios. - 3. Considerar lo mucho, que me importa, ser buena y dar gusto a Dios y lo que merece Su Majestad. - 4. No hacer cosa de las que obrare, por interés, ni por la Gloria, ni por el temor del infierno sino por amor de Dios y darle gusto. - 5. Procurar las virtudes y trabajar por alcanzarlas. - 6. Ir contra mi voluntad en todo, no cumpliendo los apetitos de ella, aunque sea en poca cosa. - 7. Nunca ponerme en Oración delante del Señor, o en el oficio divino sino de rodillas o en pie, pues es toda reverencia, debida a Su Majestad y grandeza. - 8. Nunca decir de mí cosa de alabanza, ni al confesor, si no fuese menester comunicarse. - 9. No disculparse en cosa, aunque me culpen. - 10. De todos tomar consejo, aunque sean menores de edad. - 11. Decir bien y juzgar bien de todos. - 12. Por lo menos, tener cada día tres horas de oración sin falta, una en la muerte, juicio y cuenta que se ha de dar. - 13. No dejar de hacer cada día el ejercicio de la Cruz, que dura tres horas, fuera de la oración. - 14. Hacer cada día un ofrecimiento de padecer por las almas, y particularmente por las que están en pecado mortal. - 15. No cometer pecado, ni imperfección advertidamente. - 16. No atribuir, de los trabajos, que me sucedan, nada a las criaturas, sino pensar que me los evía y ordena el Señor por sus secretos juicios y mayor bien mío. - 17. No mirar el rostro a ninguna criatura, sino al pecho, cuando se ofreciere hablarles, por no mirar a otra parte, considerando aquel lugar, como donde el Señor habita. - 18. No comer, sino en la Comunidad. - 19. Confesarse cada día se me dan lugar. - 20. No dajar de hacer cada día los ejercicios espirituales determinados, antes añadir, que quitar. - 21. Ser mucho devota de la Virgen Santísima, Madre de Dios. - 22. Ofrecer cada día, una vez por lo menos, al Padre Eterno los méritos de su santísimo Hijo, su sangre y tesoro de la Iglesia Santa, pidiendo muy de veras por las almas, y suplicarle por ellas por el amor que las tiene. - 23. Comulgar cada día espiritualmente muchas veces, y la una sacramentalmente. - 24. hacer cada día muchas obras de caridad, y acudir antes a ellas que a mis apetitos. - 25. Que sean también las obras de caridad, ayudando espiritualmente a las almas. - 26. Ofrecerme cada día a padecer por las almas del purgatorio y pedir por ellas muy de veras y ofrecer por ellas y por las que están en pecado mortal al Padre Eterno, su hijo Sacramentado y todos los sacrificios de aquel día. - 27. No quebrantar ningún mandato de mi regla, ni constitución, sino cumplir en todo con el estado de mi profesión, y particularmente con los cuatro votos. - 28. Ponerme siempre en el último lugar, tenerme por la menor en todo, escuchar a todos y no dar yo parecer, persuadiéndome a que es mejor el de cualquiera que el mío. - 29. Procurar en todo la paz exterior e interior, no turbándome por cosa de esta vida, pues todo se muda y todo se acaba. - 30. Procurar ser fiel a todos, principalmente a mi Dios y Señor, mirando lo que Su Majestad me manda y cumpliendo fielmente con ello. - 31. Procurar ser modesta a todos, y en todos tiempos mirarlos como hechuras de Dios y amarlos lo necesario y obligatorio, sin que me estorben la atención al Señor. - 32. En todo lo que hiciere, hablare, pensare o imaginare en las ocasiones, que se me ofrezcan, mirar primero lo mejor para dar gusto a Dios, para bien mío, y de los prójimos, y hacer, lo que mejor esté a todo esto. - 33. Gastar cada día un rato para consuelo del alma y animarla, a que cumpla lo dicho: mirar mi Patria para donde fui criada, y extender por ella la consideración, conociendo, engrandeciendo, amando y alabando la grandeza y bondad de Dios, y diciendo con los bienaventurados Santo, Santo, Santo es el Señor de los escuadrones celestiales, digno de alabanza; y pedir a los Santos intercedan por mí, para cumplir lo que aquí ofrezco a hora y gloria de Dios, y de su Santísima Madre, la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original.
Poco o nada se puede decir aquí, de lo mucho, que con sus consejos e importantes cartas ayudó esta Venerable Abadesa a Su Majestad el Rey Felipe IV desde 1643 en que la visitó y la mandó contestar a las que El la escribiera, por estar recientemente consignado en la colección de su correspondencia con este Monarca, hecha por D. Francisco Silvela, editada en Madrid el año 1885; ni de otras obras de Sor María. Menos aún de su obra principal, titulada "La Mística Ciudad de Dios" por formar parte del proceso de su Beatificación. Bástale el lector piadoso saber, que personas, que han florecido y muerto en olor de santidad, la eligieron para su lectura espiritual.
Finalmente, después de haber anunciado su muerte y fortalecida con todos los Sacramentos y auxilios de la Santa Iglesia, murió en el Señor con fama de santidad el 24 de mayo de 1665, a los 63 años de edad, 46 de religiosa, y 35 de Prelada. Con extraordinaria concurrencia se hicieron los funerales, de la que reputaban Santa, colocóse su cuerpo en el cementerio común de las religiosas, donde permaneció 244 años, pues en 1909, se trasladó a la tribuna contigua a la iglesia, donde en vida hacía sus ejercicios de devoción, y donde actualmente se encuentra, conservando su cuerpo incorrupto, después de 314 años. Está colocado en un precioso féretro de madera de cedro, de estilo plateresco, dorado por la parte exterior y de planos con blanco esmaltado. Se halla cubierto con un artístoco sarcófago de color blanco esmaltado, sobre el que descansa una bellísima estatua yacente de la Venerable Abadesa en tamaño natural.
El día 24 de mayo de 1964 se comenzó la preparación para la efermérides del tercer Centenario de su muerte, año 1965, siendo la capital de Soria la que inició las fiestas con la celebración de una Misa solmne, ofrenda de flores ante la estatua de la Venerable Madre, etc...., con gran afluencia de peregrinos.
El 24 de mayo de 1965 se celebró con solemnidad extraordinaria, la fiesta centenaria, con asistencia del Sr. Nuncio de S. S. nuestro Obispo Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Saturnino Rubio, y otros Obispos. Y en representación del Jefe del Estado y Gobierno, el Sr. Iturmendi, Ministro de Justicia.
Los PP. Franciscanos fueron los que, en realidad, dieron realce a las solemnidades. Alma de toda la organización del Centenario fue el Rvdo. P. Anesio Pínaga O.F.M. (Para más detalles ver "Crónica del Tercer Centenario").
Desde la fecha ya mencionada, quedó aberito el hermoso Museo con dos salas. En el interior de la clausura, a la vista del público, está expuesto el cuerpo incorrupto de la Venerable Madre e innumberables objetos y recuerdos de la misma. Es muy visitado por toda clase de personas de la nación y del extranjero.
Su obra magna, "Místaca Ciudad de Dios", en su nueva edición de hace unos años, se va difundiendo y es tenida en gran aprecio, llevando a la devoción hacia la Santísima Virgen, hoy un tanto combatida en algunos ambientes.
Actualmente se está llevando a cabo una campaña de recogida de firmas, para solicitar del Papa Juan Pablo II se digne elevarla a la gloria de los altares, siendo innumberables los autógrafos que nos llegan de todas las partes del mundo.
Las personas que quieran colaborar en esta campaña pueden enviar su firma a nuestro Monsterio, y lo mismo cuantas deseen estampas, reliquias, agradecer sus favores, etc...., con el deseo de poder verla pronto en los altares y que todo sea para mayor gloria y honra de Dios y de su Santísima Madre.
Agreda, 1979.
Comunicar las gracias obtenidas a las Concepcionistas de Agreda (Soria), España.
Con censura eclesiastica
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