A 72 kilómetros de Salamanca, y muy cerca de la provincia de Cáceres, se encuentra Béjar, una importante ciudad industrial por sus fábricas de tejidos. A finales de la primera mitad del siglo XV se declaró una terrible peste, que se extendió también a los pueblos de la Comarca. No había ningún remedio eficaz contra ella y la gente moría cada día en mayor número. El único consuelo de aquellos habitantes era pedir a Dios, con la esperanza de ser escuchados, que los librara de aquel mal. De aquel entonces data la tradicional aparición de la milagrosa imagen de la Virgen del Castañar, según los manuscritos que tenía el Sr D. Francisco Pérez de Sotomayor, capellán del Excelentísimo Sr. Duque de Béjar D. Francisco, y que recogió el Sr. D. Diego de Silva, el año 1671.
"Apacentando ganado en los montes de Béjar, Joaquín López, hijo de Juan, pastor, naturales de La Garganta, de dicha Jurisdicción, hombre de cándido corazón y de loables costumbres, en compañía de Isabel Sánchez, su mujer, de igual virtud, pedían todos los días a Dios que levantase el azote de la peste que llobraban los pueblos. Llegaron a notar que cuando traían o llevaban su ganado hacía la cumbre del Monte, se encaminaba velozmente a recogerse bajo el recinto de un castaño grande y copudo. Como esto lo notasen muchas veces, acudieron devotos por medio de la oración a María Santísima, de quien lo eran en extremo desde la niñez, suplicándola se dignase manifestarlos si había en esto algún oculto misterio.
"Soño Joaquín una noche que veía aquel castaño verde y con fruto y en él una imagen de Nuestra Señora con un niño en brazos y que le decía: Que la buscase y cesaría, mediante su protección, la peste que padecía el pueblo y su comarca. Despertó Joaquín y encaminóse presuroso hacia su casa, con ánimo de dar cuenta al Bachiller don Juan Suárez, que tenía a cargo de gobernar su espíritu, como Cura que era del lugar de La Redondilla, Beños y La Garganta. Encontró antes de llegar al lugar a Isabel, su mujer, que íba buscando a Joaquín; y cuando éste no lo esperaba, le dió noticia de un semjante sueño que ella había tenido. Lloraron los dos buenos consortes, con el ansia de que la Virgen lo aclarase y cesase la peste. Fueron a comunicar con el Cura su confesor, el que no los atendió, despreciándolos como a simples y embusteros. Salieron los dos consortes muy afligidos y se encaminaron al Monte, sin cuidar de susustento: buscaron una abrigada donde meterse, para librarse de la lluvia, nieve y viento del día, que era cruelísimo, y lo pasaron en santa conversación y oración. Otro día, estando dormidos, despertaron al eco de una voz, dulce y suave, que decía: Buscadme, buscadme, buscadme.
"Andaban tristes y atemorizados, porque ya a uno, ya a otro se les presentaban estas cosas, sin saber qué hacerse. Ya vinieron a la Villa, y llorando se fueron a la casa del digno y honrado varón D. Pedro Yáñez de Somoza, presbítero, teniente de Juez eclesiástico, y le contaron lo que les sucedía... El compadecido de ellos, los consoló, y como sabio, procuró saber con extensión las circunstancias del caso, junto con la vida y costumbre de sus consortes.
"Cuando volvieron a él, como se lo había prevenido, les mandó después de confesarlos, que hiciesen una novena a la Virgen en su Iglesia de San Juan, a la que les acompañaba él mismo, rogando con el mayor fervor, que se descubriese lo que deseaban y cesase la peste; principiándola el día 16 de Marzo y continuaron en ella con mucha devoción y no dejaban los dos consortes de registrar el Monte. El día último por la noche, no habiéndose descubierto señal alguna, salió Joaquín de la Iglesia de San Juan para ir a su posada, que era la Colegiata de Nuestra Señora de las Huertas, extramuros de la Villa, y estando mirando hacia el Monte y sitio donde su ganado se acogía, vió una luz o fuego, que alumbraba notablemente el campo y conmovía a su corazón. Con esta visión, sin detenerle la aspereza del Monte, ni lo largo del camino, ni el temporal cruel que hacia, subió con prisa encominándose hacia aquel sitio. Llegó guiado de la luz, y ésta estaba sobre aquel castaño donde su ganado se acogía, y le pareció que el castaño estaba verde y con fruto. Admirado, no sabía qué hacerse; pero a poco rato tuvo fin el prodigio y se quedó en una grande oscuridad. Desconsolado Joaquín, hizo intención de pasar allí la noche, sin darle miedo de nada, aunque era sitio medroso por los lobos. Después de su acostumbrada oración antes de dormir, se recogió en una abrigada del hueco de un castaño, y apenas había reconsiliado el sueño, despertó a la dulce voz de: búscame, que otras veces había oido; se levantó y vió realmente lo que había soñado, pues desde el castaño, rodeada de luces y resplandores, le habló la Virgen, diciéndole: "que al píe del castaño estaba una cueva, donde estaba oculta una imagen suya, que diese noticia para que la sacasen. Que la labrasen casa donde fuese venerado; que cesaría la peste; sería protectora de todo el país que estaba infectado; y otras muchas promesas que hizo al buen Joaquín por la sinceridad de su fe esta Soberana Madre, y desapareció". Joaquín volvió en sí del desmayo que le sobrecogió, con las dulzuras de la Virgen y, llorando de gozo, aguardaba con ansias que amaneciese, y reparando que el castaño permanecía verde y con fruto, vino todo alborazado a dar cuenta a la Villa, para que le acompañasen a cavar al pie del castaño; pero contando el suceso, unos no lo creían, otros se reían de él y le menospreciaban. Joaquín se fue a tratar con el referido D. Pedro Yáñez, a tiempo de que no estaba en casa por haber salido aquella mañana fuera del pueblo. Se fue a la Justicia ordinaria, que administraba Fernando de Oviedo, que igualmente no quiso creer a Joaquín, y juzgando embruste lo que afirmaba del castaño, le mandó traer un ramo verde. Volvió por él y trajo un brazado de ramas con candela, erizos y fruto sazonado.
"A la vista del prodigio, creyeron luego y alborotada la Villa, se encaminó mucha gente de ambos sexos al Monte. Principiaron a cavar donde señoló Joaquín, hasta que descubrieron el tesoro que buscaban, metido en un cajón de tablas, y habiendo dado gracias a Dios, como suplicó Joaquín a todos, se recibió información por dicho Juez, ante Alonso Gil y Juan Gómez, escribanos, el mismo día, que fue el 25 de marzo del año 1446. A las doce del día siguiente se recibió información por el referido Somoza, que ya estaba en el pueblo, ante Alonso Gil y Alvaro de Cuéllar, notario aún en el día quedó la Imagen en el Monte, y al siguiente, que fue el 27, la trajero en procesión solemne a la Iglesia de San Juan. Cortaban ramos del castaño verde todos, con los cuales sanaban los apestados, y extendida la noticia, le vinieron a dejar en poco tiempo sin tronco ni raices, y algunos guardaron mucho de él para reliquia. Joachqín y su mujer, Isabel, dispusieron de su hacienda para fabricar una Capilla, la que con limosnas del Llmo. Obispo y de la Villa, se concluyó con bastante magificencia en Septiembre, y el día 8 de este mes se celebró Misa y se colocó la Imagen, haciendo unas plausibles fiestas, a las que concurrió mucha gente de toda la comarca ofreciendo los que se habían librado de la peste muchas limosnas.
"Los dos pastores vivieron siendo guardas de Nuestra Señora, y acabaron santamente su vida: Joaquín el año 1480, y ella el de 1483. Yacen sepultado en la Iglesia de San Juan".
Ver también:
Santuario de Castañar
viernes, mayo 26, 2006
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