Qué sublime modelo es el que se nos propone! El mismo Dios, criando el mundo en seis días y descansando el séptimo, es El que nos dice: "Oh, hombre, hijo mio, trabaja durante seis días, como tu Padre celestial, y como él descansa en el séptimo! Los seis días laborables son la imagen de tu vida, el día séptimo es imagen de tu eternidad; aquí la pena, allá el descanso; acá el padecer de un momento, allá el reposo sin fin.
El hecho histórico que transcribimos nos manifestará la excelencia y santidad de este precepto:
Durante la permanecia de los israelitas en el desierto, un hombre fué sorprendido recogiendo leña en día de fiesta, y conducido a presencia de Moisés y Aarón; dudando éstos lo que debían hacer con el reo, ordenaron se le encerrara; pero el Señor dijo a Moisés: "Hazle morir al instante, y que el pueblo le apedree"; lo que se hizo, para complir la orden del Señor.
Si Dios, cuya bondad es infinita como su justicia, es el que ordena un castigo semejante, quién se hará ilusiones sobre la gravedad del mal que se comete profanando el día del Señor?
Mas no solamente se prescribe el descanso en los Domingos y días festivos, sino también la asistencia a la santa Misa, y para hacerlo con fruto, cumpliendo verdaderamente el precepto de la Iglesia, se requieren cuatro condiciones: respeto, atención, devoción e integridad. Diremos algo de esta última.
La Misa se ha de oír entera, y siempre será culpa, llegar a ella después de empezada, si esto es por propia negligencia. - "La Misa es sobrado larga", decía una vez cierto sujeto al Obispo de Amiens; pero este contestóle: "No es la Misa sobrado larga, sino vuestra devoción sobrado corta". - De siete días uno, y de veinticuatro horas, una a lo sumo, es lo que el Señor exige para asistir al Santo Sacrificio, y aún os parece demasiado? No pensaban así nuestros padres en la fe, a los cuales nada, ni aun las persecuciones más violentas, les retraían de asistir a los santos Misterios. Una virgen cristiana, llamada Anisia, dirigíase a la iglesia un día de fiesta, en tiempo de Diocleciano. "Alto ahí! A dónde vas?" gritale un soldado pagano. La joven se santigua, y sigue su camino; pero el sodado se arroja sobre ella, diciendo: "Respóndeme, quién eres, a dónde vas?" - "Soy una sierva de Jesucristo, contesta, y voy a la casa del Señor". - "Si?" repuso el soldado, "pues ya te quitaré las ganas de ir allá", y empuñando su arma, hundióla en el seno de la santa virgen, mártir de la observancia del Domingo.
Qué ejemplo y qué vergüenza para muchos cirstianos!
Vea también: Unsere Liebe Frau vom Sonntag = Nuestra Señora del Domingo
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