Cualquiera que visite el Santuario va a llevarse una agradable sorpresa, al descubrir en él un bonito y cuidado retablo barroco, obra de la escuela salmantina e inspirado en Churriguera, de la primera mitad de 1700. De la misma época y autor son los dos altares laterales. La talla del Crucificado que preside uno de ellos, es obra del hermano Domingo y fue retocada en 1720 por Ventura de Lirios.
Una de las cosas que pasan más desapercibidas por los visitantes - pero de verdadero mérito - es el herraje del balcón del Camarín que mira al atrio y que en muchas ocasiones ha servido de púlpito. Se debe al maestro cerrajero Nicolás Vidal y es de 1775.
En medio del retablo, la Imagen de la Virgen. Se ignora cuándo fue labrada. Lo cierto es que - con el tiempo - se fue ennegreciendo su faz y en 1806 el Visitador Eclesiástico de Plasencia, manda que sean retocadas su cara y sus manos. Está vestida con finos y ricos mantos.
Por lo que a pinturas se refiere llama la atención la cúpula del altar mayor, las pechinas que la sostienen y el arco frontal. Todos llevan unos motivos pictóricos marianos muy expresivos. Los Duques de Béjar habían traído pintores italianos para decorar sus palacios y esos mismos fueron los encargados de adornar el Santuario. Ignoramos si esas pinturas se deben a los hermanos Dumont o a Ventura de Lirios.
Lo que si está claro es que el verdadero valor pictórico hay que buscarlo en el Camarín de la Virgen, donde los hermanos Dumont - en el verano de 1895 - colocaron unos lienzos logradísimos, en los que representan ocho mujeres célebres de la Biblia. Allí se encuentran también, traídas de Italia, cuatro bonitas láminas de algún discipulo de Juan de Juanes.
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