martes, marzo 07, 2006

La Virgen de Luján: El negrito Manuel

El capitán de la nave conductora de la prodigiosa Imagen traía consigo un pobre y humilde esclavo natural de Angola. Víctima con su familia de los feroces negreros que ascolaban las costas africanas, había sido cargado en un navío del Real asiento de los negros y vendido en el Brasil. Cuenta a esta sazón alrededor de nueve años y está instruído en la Doctrina. El espectáculo portentoso de que es testigo en las inmediaciones de la Cañada de la Cruz conmueve hondamente su ingenuo corazón y su alma pura e inocente, grabando en ellos la impresión indeleble de lo sobrenatural. Los resplandores del júbilo interior se reflejan en el rostro bruñido del pobre negro, y su amo, al notarlo, resuelve dejarlo como "donado" a la Madre de Dios. Confíalo, pues, a la tutela de D. Rosendo y le consagra de por vida al culto de la benditísima Virgen María. Nadie describirá el gozo del afortunado Manuelito. Conságrase enteramente a su nuevo cargo: la Efigie bendita es el espejo en que se mira y su altarcito es un manojo de flores, siempre limpio y con luz, cuajado con los místicos ex votos del paisanaje.
Así las cosas, acaece en 1670 la muerte de D. Rosendo. Pasan todos sus bienes al hermano, D. Juan de Oramas quien, desconociendo la calidad de sacristán y esclavo de la Virgen del negro (ya cincuentón), pretende llavárselo a Buenos Aires. Era cosa averiguada, con todo, que el capitán su amo, volviendo de las provincias arribeñas, después de dejar a la Virgen de la Consolación en Sumampa, habíase hospedado en la casa que poseía D. Rosendo en Buenos Aires, donde enfermó y murió, dejando por heredero de todos sus bienes, exceptuando el negro Manuel, a su amigo, no sin haberle recordado muchas veces la donación hecha a la santa Imagen, insistiendo en que el negrito no tenía más amo que a la Sma. Virgen.

II

Mas D. Juan de Oramas responde que es heredero de todos los bienes de su hermano; y el desventurado Manuel piensa con el corazón dolorido que ha sonado la hora de abandonar su querida ermita y separarse de la dulce Imagen. Recobra aliento, sin embargo, y tras una fervorosa súplica a la Madre de Dios, baja personalmente a Buenos Aires a defender sus derechos. Los defiende con la tenacidad y el valor que inspira el peligro de una pérdida irreparable y sostiene su tesis brillantamente: "soy de la Virgen de Luján, de nadie más; he sido donado a Ella por el capitán mi amo, que Dios haya en su gloria; desde muchacho me ha consagrado al servicio de la Virgen. Ni el heredero ni nadie pueden demostrar lo contrario". El pleito, con todo, no tenía buen cariz para Manuel. Pero su celéstial Dueña compadécese de él e inspira a una gran devota suya ofrezca a don Juan de Oramas una cantidad por el negro. Acábase el pleito al punto, y el esclavo de la Virgen vuela a su ermita cual paloma de monte que escapa a duras penas del halcón.
Con acendrado amor, después de tales angustias, dedícase al culto de la prodigiosa Imagen. Cuida de la humilde capilla, inventa nuevos obsequios para la Madre de Dios, pregona el culto de María, narrando a cuantos llegan el portento de la carreta y las gracias singulares que otorga a los peregrinos, de las cuales es testigo. Es hombre que baja ya la otra vertiente de la existencia: la vida santa que lleva le ha transformado; sobre su renegrida tez flota uno como nimbo de luz que dulcifica lo que hay de austero en todo su porte y da a su fisionomía, nada aristocrática, ese no sé qué, reflejo de la santidad, a cuya aparición el silencio y el respeto se imponen y constituye irresistible y misterioso atractivo...

III

Aquel pobre negro, arrancado a las costas africanas, menospreciado por los más, merece, en efecto, por su fidelidad al cargo recibido, por su candor, por su espíritu de oración y apartamiento de las creaturas que la Reina de los Angeles se le comunique con aquella familiaridad con que el Verbo mismo, por quien todo fué creado en cielos y tierra, se manifiesta a las almas, familiaritas stupenda nimis, que dice Kempis, familiaridad estupenda en sumo grado. A su vez, el esclavo, de sencillez ingénita, se dirige a la excelsa Señora con la confianza propia del hijo a su madre. Oigamos la tradición: "En ciertas ocasiones, yendo el negrito Manuel a visitar de noche a la santa Imagen, nota con indecible asombro que falta del nicho, volviéndola a encontrar en él por la mañana con el ruedo de su manto azul mojado de rocío, con la saya cubierta de cadillos y de abrojos, y con polvo, menuda arena y algún lodo en las fimbrias. En estas ocasiones empezaba a clamarla el negrito: "¡Pero, Señora mía, qué hacéis? ¿Qué necesidad tenéis Vos de salir de vuestro nicho para remediar cualquier necesidad, siendo como sois tan poderosa para obrar toda maravilla sin salir de aquí? ¿Y cómo sois tan amiga de los pecadores que salís en su busca, cuando véis que no os hacen caso y os tratan tan mal?"
En días tales, renueva su devoción y afánase por prestar mayor servicio a su Ama celestial.
Cuando la tarde declina y la hora llega de entregarse al descanso, el pobre negro reúne en su derredor a todos los presentes y reza con ellos el santo Rosario. Siéntase luego y, en lenguaje "perfumado de unción y de agreste simplicidad", exhorta a los romeros a esperar siempre en María Inmaculada. Y cuando todos se han retirado para buscar el sueño sobre los cueros que forman todo su apero y les sirven de cama en la inmensidad de la Pampa, el donado póstrase de nuevo ante su Reina y prolonga su conversación con Ella hasta altas horas de la noche.

IV
Junto con el amor a la sagrada Imagen ejercita Manuel las obras de misericordia. Recibe con respeto a los enfermos y mediante sus plegarias, las unciones que les hace con el sebo o el aceite que arde en el altar de la Virgen, las infusiones que les da a beber, procúrales consuelo y mejoría; más aún, alcanza de Dios extraordinarias curaciones, como sucedió con el licenciado D. Pedro de Montalbo.
Por los años de 1682, hallábase éste desahuciado de los médicos. La tisis le consumía rápidamente. Puso el de Montalbo su confianza en Ntra. Sra. de Luján y, más muerto que vivo, hízose colocar en un carretón para venir a los pies de la Virgen. Habiendo llegado como a una legua de la capilla, le dió tal accidente que los conductores le tuvieron por muerto. Pararon por fin a la entrada del oratorio y, desunciendo los bueyes, bajáronle de la carreta con sumo cuidado y lo presentaron al negro sacristán. Este con gran respeto, ungió el pecho del sacerdote moribundo y, viendo que volvía en sí, díjole: "!Animo, padre mío, que ha de sanar perfectamente, pues mi Ama lo quiere para su primer capellán!". Acto seguido, hizo preparar por una señora muy devota de la Virgen, llamada doña María Díaz, una infusión con los abrojos y cadillos sacados del vestido de la santa Imagen, y diósela a beber. Sanó el enfermo, se consagró al culto de la Madre de Dios, y durante diez y nueve años aun fué el apóstol y el capellán de la Pura y Limpia Concepción del río Luján.
Tenía Manuel proyectado un templo para la portentosa Efigie. Recorre las estancias y los pagos lejanos y logra reunir una cosiderable suma que añade a las limosnas de los peregrinos. Con la presencia del Padre Montalbo ve realizado uno de sus sueños dorados, y entrégase con nuevo fervor al culto de María de Luján. Vestido de ruda arpillera a raíz de las carnes, criando barba a manera de ermitaño, llega con tan santa vida hasta una decrépita ancianidad. Hallándose, por fin, enfermo de gravedad, anucia el día de su muerte, y expira en la fecha que la Virgen le había revelado.
Murió en opinión de santidad, y es tradición que sus restos yacen bajo el Altar Mayor, a los pies de la bendita Imagen que tanto había venerado y amado.

¡Beati pauperes spiritu!... ¡Beati mites!... ¡Beati misericordes!... ¡Beati mundo corde!

(Capitulo Segundo Historia Popular de la Virgen de Luján, Patrona Jurada de Argentina, Uruguay y Paraguay, por Ham Deimiles, tercera edición, 1944)

Capitulo Primero: Origen maravilloso de la Imagen

1 comentario:

ARACELLI CRESCIMBENI dijo...

EL NEGRITO MANUEL CUIDA DE MI FAMILIA COMO LO HIZO CON LA VIRGEN. EL 2 DE MARZO DE ESTE AÑO EL PARROCO DE MI PUEBLO ME REGALO UNA IMAGEN DEL NEGRITO Y DESDE ESE DIA PUEDO SENTIR SU PRESCCENCIA Y SU PROTECCION EN NUESTRO HOGAR. GRACIAS NEGRITO MANUEL POR LOS FAVORES RECIBIDOS...
GRACIAS A USTEDES POR HACER QUE OTRAS PERSONAS PUEDAN CONOCERLO.