¡Oh Jesús mío! me uno a todas las Misas que se celebran en todo el mundo, ofreciéndolas en unión con las intenciones de tu Sagrado Corazón, te pido que reserves para mí, de cada Misa una gota de Tu preciosa Sangre, para satisfacer por mis pecados y por el castigo que ellos merecen y para la santificación de los sacerdotes.
Concédeme también la gracia de obtener por los méritos de cada Misa, la libertad para una alma de las penas del Purgatorio, la conversión de un pecador, y también que una alma en las agonías de la muerte obtenga misericordia, y para que se evite el pecado mortal que es tan doloroso a tu Sagrado Corazón.
La Santa Misa es la más alta forma de adoración. Es la renovación del Sacrificio del Calvario. Más gloria y más acciones de gracias da a Dios una Misa de la que le pueden dar juntos, la eterna adoración de los bienaventurados en el cielo, en la tierra y en el purgatorio. En la Santa Misa, el mismo Jesucristo Dios y Hombre es nuestro intercesor, nuestro sacerdote y nuestra víctima. Siendo Dios y Hombre, sus oraciones, sus méritos y sus sacrificios son de valor infinito.
domingo, marzo 05, 2006
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