Para plasmar tus formas en el mármol
y retratarte en inmortales lienzos,
o bien del genio en la embriaguez sublime
aprisionar en rimas armoniosas
tu divina belleza.
Se encorvaron ingenios escogidos
a concertar la idea con el verso;
en ímproba labor amables rostros
les vimos esbozar y, ya acabados,
retrocar con la lima.
Mas, después de crear obra perenne,
sufren todos el triste desengaño
que ni el Titán del arte vencer pudo...
eres bella, María, mas del genio
cae el ideal vencido.
Tan sólo expresar pudo tus hechizos
el Creador con mano omnipotente:
dió por corona a tu real semblante
los tintes de la aurora.
Tú, benigna. Tú, hermosa como Luna,
estrella de la mar que entre las olas
al navegante guías en noche oscura
a la ribera amada.
Te envuelve el Sol y su esplendor irradias,
te viste el Arco Iris de belleza,
te canta el ave y dánte su perfumo
los lirios y las rosas.
Pintan la blanca luz de la alborada
y la estrellada noche tus hechizos,
con las mieses doradas y las flores
que envidian tu donaire.
Te contemplo en las trémulas corolas
que beben la nueva luz y el rocío
en el valle, en el río y las colinas
que siempre te sonríen.
Habla de Ti también la hora postrera
del día que al ocaso ya declina...
rojo y áureo es el cielo en el Poniente;
los colores se esfuman,
Y sube de la sombra ya crecida
en lontananza un resplandor de brasas.
Céfiro blando bésanos el rostro,
y en la selva se esconde.
Allá a lo lejos suena el estribillo
del pastorcito que la grey conduce,
idilios crea en la enramada y alegra
el monte y la llanuara.
Brillan arriba Sirio y el Lucero,
entra la noche y ya se enfría el aire,
todo rumor acalla la hora tarda,
la paz el mundo envuelve.
Hora solemne, en ella se difunde
con ritmo lento el son de la campana
que canta por ciudades y desiertos
las glorias de la Virgen.
El alma se concentra emocionada,
inunda el corazón honda poesía,
y el peregrino con amor solloza
¡Dios te salve, María!
Ham Deimiles, 1944
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