No bien ha muerto D. Rosendo en 1670, queda su establecimiento de la Cañada de la Cruz en un triste desamparo que se agrava aún por la amenaza de los indios bravíos que multiplicaban por entonces sus malones en la provincia. La ermita queda como en despoblado. Doña Ana de Mattos, gran devota de la Virgen, temorosa de que la sagrada Efigie no viniera a ser profanada, forma entonces el proyecto de trasladarla de la Cañada de la Cruz a su propia estancia, sita a inmediaciones del río, cinco leguas más próxima de la ciudad de Buenos Aires. Habla, pues, con el maestro D. Juan de Oramas, quien, con la promesa de doña Ana de que cuidaría con esmero la Imagen y le levantaría una capilla, se la entrega con todos los objetos y aderezos del culto. Agradecida la señora le retribuye con una sume de dinero, y se lleva la estatuita a su casa sin mayor aparato y haciendo caso omiso del negrito Manuel.
No lo llevó a bien la Virgen, y esa misma noche desapareció de la casa de doña Ana. En vano la busca al siguiente día; no la halla por ningún lado, y todos se preguntan, atónitos como ella, de qué modo ha podido desaparecer. Por fin la afligida matrona tiene el presentimiento de que la santa Imagen ha vuelto a su antigua ermita; corre allá y contémplala asombrada en su sitio primitivo. No comprendiendo aún, da orden de que sea trasladada nuevamente a su estancia y la deposita con todo el decoro posible en el altar que le tiene preparado en la mejor pieza de su casa. Llegada la noche, pone guardias que no la pierdan de vista. No le vale el arbitrio, porque nada pueden nuestras industrias contra la voluntad de Dios, y esa misma noche, sin que nadie haya sabido el cómo, vuélvese la prodigiosa Imagen a su pobre choza. Allí la volvió a hallar doña Ana al siguiente día.
Afligida la devota señora por la doble desaparición y comprendiendo que hay en ello una intervención sobrenatural, no se atreve a trasladar por tercera vez el simulacro de la Virgen. Acude, pues, a la autoridad eclesiástica, y aun participa del misterioso suceso al Gobernador y a ambos Cabildos; el eclesiástico y el real. No les toma de nuevas la relación de doña Ana, pues todos saben cuán multiplicadas son las señales con que la Madre de Dios quiere atraerse las almas del Río de la Plata. El Ilmo. señor obispo, Maestro Fray Cristóbal de Mancha y Velasco, y el gobernador, mariscal de campo D. José Martínez de Salazar, resuelven trasladarse al lugar de los sucesos y proceder al traslado oficial de la santa Imagen. Fórmase con tal motivo una gran comitiva de lo más representativo de Buenos Aires, a la que se une considerable masa de pueblo, y todos rompen la marcha hacia la Cañada de la Cruz. Constituído en la estancia de Oramas, el Ilmo. señor Obispo procede a informarse minuciosamente de lo acaecido, examinando uno por uno los testigos presenciales de las misteriosas desapariciones; todos están contestes y uniformes en las circunstancias de la inexplicable y repetida fuga de la Imagen. Reconoce y proclama entonces la intervención de la invisible mano de Dios y luego, con la autoridad que de Dios le viene, decreta la solemne traslación de la sagrada estatua de la lejana y ya despoblada estancia al nuevo oratorio de doña Ana de Mattos. Levántase en andas la Imagen milagrosa, organízase la procesión y, unos descalzos, otros montados o en carretas, muchos a pie, encarminanse a Luján, rezando con entrecortados sollozos el santo Rosario, cantando las Letanías y los himnos de María Inmaculada. Entre los devotos va, llorando de fervor y de gozo, el fiel esclavo de la Virgen, el negro Manuel. ¡Espectáculo digno de ser mirado por los Angeles aquella procesión encabezada por un obispo y un gobernador, ancianos ya, cruzando a pie el salvaje desierto americano!
Llegada la noche, pernoctan todos en la Guardia antigua, sita en tierras del capitán Rodríguez Flores, y al siguiente día se reanuda con la salida del sol la nunca vista procesión. Llegan, por fin, a la estancia de doña Ana; colocan en primoroso altar a la bendita Imagen y por espacio de tres días se cantan solemnes misas, celebrando el gentío devoto la definitiva traslación con grandes demostraciones de regocijo.
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1 comentario:
hola! nosotras somos unas creyentes que ibamos a "el lugar del milagro" situado en Zelaya-Pilar. y desde hace 2 años ese lugar ya no es mas visitado por mucha gente el dia de la virgen. siendo supuestamente el lugar donde se quedó la carreta, nadie nos explicó el porque no se podía ir más! si alguien puede darnos alguna info sobre lo sucedido se lo agradeceríamos!
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